Inés de Poitiers
(Poitou, Francia, 1024 - Roma, 1077) Emperatriz de Alemania, esposa del emperador Enrique III, también conocida como Inés de Aquitania, Inés de Baviera e Inés de Guienne. Fue la madre del emperador Enrique IV y regente del Imperio después de la muerte de su esposo, el emperador Enrique III.
Descendiente de reyes de Italia y Borgoña, fue hija del duque Guillermo V de Aquitania el Piadoso y de su esposa, Inés. Se crió en un ambiente de religiosidad en la corte de Aquitania, pero después de la muerte de su padre, su madre casó en segundas nupcias con Geoffery Martel, conde de Anjou, e Inés se trasladó a la corte de Anjou, donde el clima de piedad en el que se había criado fue sustituido por un ambiente de superstición y violencia, propiciado por su belicoso padrastro.
Inés de Poitiers
Es muy probable que las negociaciones de su matrimonio con el ya viudo emperador del Sacro Imperio, Enrique III, fuesen llevadas a cabo en una entrevista en Ivois entre el propio emperador y Enrique I, rey de Francia. Desde un principio el matrimonio obtuvo la desaprobación de una parte del clero alemán, ya que ambos eran sobrinos-nietos respectivamente de dos hermanastras, Abelarda y Matilda, nietas de Enrique el Pajarero.
El abad Sigfrido de Gorze escribió al abad Poppo de Stablo, confidente del emperador, para que hiciese todo lo posible por evitar el matrimonio, pero de nada sirvió, y finalmente la boda tuvo lugar en Besançón en 1043, con la representación en la ceremonia de veintiocho obispos. Algunos historiadores proponen que fue más bien la nacionalidad de la nueva emperatriz la que causó lo recelos de los monjes, ya que su religiosidad era intachable, como demostró su celo por encaminar la devoción de su esposo hacia Cluny.
Después de la coronación en Maguncia y de las fiestas esponsales en Ingelheim, Inés fue llevada por su marido al palacio de Utrecht y normalmente se estableció en Goslar, ciudad a la que Enrique revitalizó como centro de la corte. En 1046 Inés acompañó a Italia a Enrique III y fue coronada emperatriz junto a él en la iglesia de San Pedro de Roma, el día de Navidad, de manos del papa Clemente II. Durante la vida de su esposo, Inés no participó en política, pero presidió una numerosa corte y fue mecenas de poetas y pintores, foco de atracción de las mentes más creativas de Alemania.
Realmente, la personalidad de Inés de Aquitania no se puso de manifiesto hasta la muerte de Enrique III (1056), momento en el que quedó al frente del Imperio, como regente de su joven hijo, Enrique IV. Ella apenas tenía experiencia en el gobierno y durante los pocos meses que su maestro y amigo, el papa Víctor II, sobrevivió, no hubo problemas significativos. Sus consejeros habían conseguido mantener la paz en los puntos más conflictivos: Lorena y Baviera. Pero la muerte del papa dejó a Inés a merced de una corte en la que algunos, como Enrique de Agsburgo, comenzaban a ganar poder en detrimento del de la propia emperatriz.
En 1058 Inés acordó el matrimonio de su hija Judith con el heredero de la corona de Hungría, Salomón, con desastrosas consecuencias: Bela, hermano de Andrés I de Hungría, vio con ello desaparecer sus aspiraciones al trono de San Esteban, por lo que se levantó contra Andrés y le destronó (1060), a pesar de la oposición del ejército imperial enviado por la regente para ayudar a Andrés. Inmediatamente, el duque de Polonia, que había dado refugio y asistencia a Bela, vio la oportunidad para sacudirse de la tutela del Imperio y gracias a su alianza con el partido antialemán en Hungría y Bohemia, pudo mantener una posición de práctica independencia.
Pero donde más se debilitó el poder imperial fue en Italia. La muerte de Enrique III había permitido al duque Godofredo de Lorena establecer allí su influencia, que se vio asegurada con la elección como papa de uno de sus parientes en 1057 (Esteban IX); desde entonces el control en la elección papal, consolidado durante el reinado de Enrique III, se escapó del Imperio y así, Inés no hizo sino ratificar las elecciones consecutivas del propio Esteban IX y de Nicolás II (1059). Pero en 1061, acosada por el partido de la reforma, Inés reconoció como papa a Cadalo, antipapa opuesto a Alejandro II, abriendo una nueva brecha en el prestigio imperial, puesto que la emperatriz no tenía ningún medio para apoyar a su candidato. En aquellos momentos fue cuando más se hizo sentir la creciente influencia del arzobispo Anno de Colonia.
Dentro del propio Imperio, la política de Inés también contribuyó al debilitamiento del poder real. La entrega del ducado vacante de Suabia al conde borgoñón Rodolfo de Rheinfelden (1057) y el matrimonio de éste con la hermana del rey, Matilda (1059), parecían proporcionar un importante aliado a la corte; Rodolfo fue enviado a Borgoña como representante de la regente. Sin embargo, tras la muerte de Matilda en 1060 y el subsiguiente matrimonio del conde con la cuñada de Enrique IV, Adelaida, no trajeron sino rivalidad a la corte. Además, en 1061 la emperatriz entregó el ducado de Baviera al conde Otón de Nordheim, parece ser que con la intención de ganar un apoyo en Sajonia, pero lo cierto es que los duques designados actuaron a su antojo, en detrimento de la autoridad de Enrique IV.
La debilidad de la regencia provocaba la insatisfacción de unos nobles, que en muchos casos habían contribuido a provocarla. El arzobispo Anno había estado intrigando para hacerse con el poder, probablemente con la complicidad del duque Godofredo de Lorena. En abril de 1062 el arzobispo, con la ayuda del duque Otón de Baviera y del conde Ecberto de Brunswick, dio un golpe de Estado y se apoderó en Kaiserwerth del joven rey y de las insignias imperiales, que trasladó a Colonia, asumiendo el gobierno. Inés de Poitiers abandonó la política y marchó a un convento de Italia, donde pasó el resto de sus días.
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