lunes, 1 de junio de 2015

SULTÁN. MALEY ABDELAZIZ

Muley Abdelaziz

(Abd al-Azwz ibn al-Hasan; Marrakech, 1881 - Tánger, 1943) Sultán de Marruecos (1894-1908). Hijo favorito del sultán Muley Hasán y de una esclava de origen circasiano llamada Lalla Regia, en el año 1894 fue designado sucesor al trono marroquí una vez que su padre desheredó al primogénito Muley Muhammad. Tras la muerte de su padre, Abdelaziz fue coronado en circunstancias harto difíciles por la grave crisis política y social que atravesaba el reino.
Proclamado sultán en Rabat, fue aceptado como soberano por los notables y por las tribus de Marruecos, dada su contrastada inteligencia y la esmerada educación que había recibido como príncipe. Precisamente por esta educación europea, Abdelaziz se mostró especialmente inclinado a introducir en el país costumbres del viejo continente, tanto en el ámbito político como en el social.
Aunque en un primer momento estuvo sometido a la tutela del chambelán Sidi Amed ibn Mouza y del gran visir Hadj al-Mokhtar, el joven sultán gobernó por sí solo y se empeñó por introducir reformas políticas, hecho que no tardó en enfrentarlo con la clase política más ortodoxa y conservadora del país, la cual acusaba al sultán de ser demasiado amante del progreso y de la cultura europea corrompida. A medida que el sultán se dejaba influir por ciertos elementos europeos que inundaban la corte, el descontento de la nación iba en aumento, sobre todo al ver cómo el sultán abandonada las prácticas religiosas musulmanas y se volcaba en el disfrute de ciertos deportes europeos ajenos a la cultura islámica.
La gota que colmó el vaso de la paciencia de los marroquíes vino precedida por una serie de reformas políticas que Muley Abdelaziz impuso por decreto, que chocaban de plano con las costumbres legendarias y el espíritu del pueblo. La cada vez más acusada impopularidad del sultán fue aprovechada por la clase política marroquí, disgustada por la dirección que había tomado el gobierno del sultán, para formar un partido político en apoyo del defenestrado Muley Muhammad, quien en el año 1894 se había retirado por voluntad propia a la vida privada.

La primera insurrección seria contra Abdelaziz surgió en la ciudad de Taza, liderada por el santón y hombre de prestigio Bu-Hamara, que tomó como pretexto la violación de las leyes musulmanas cometida por el sultán al profanar el lugar sagrado en el que se había refugiado un musulmán acusado de asesinar al súbdito británico Mr. Bowles. Bu-Hamara declaró la guerra santa al sultán y reclamó los derechos al trono de Muley Muhammad, quien a la sazón había sido encarcelado por su hermano.
Derrotado por las tropas de Bu-Humara en el año 1903, Abdelaziz endureció sobremanera la represión de las sublevaciones surgidas contra su política reformista hasta llegar a la celebración de la Conferencia de Algeciras, en el año 1906, donde Francia y España lograron hacerse con el derecho a mantener el orden aprovechando la extrema debilidad del país, que estaba atravesando una guerra civil entre los partidarios de los dos hermanos. Con apoyos tan frágiles, la posición de Abdelaziz se tornó extremadamente delicada, ya que estaba sometido a una constante crítica y le faltaba el respeto de su pueblo.
El asesinato, en el año 1907, del médico francés Manchamp por parte de las tropas del sultán proporcionó a Francia la excusa perfecta para intervenir militarmente en Marruecos. En abril del mismo año, un destacamento francés ocupó la ciudad de Oujda, al nordeste del país, sin encontrar oposición alguna por parte de las tropas del sultán. Esta circunstancia provocó el paulatino abandono de la causa del sultán por parte de las tribus de la región de Fez, donde el sultán siempre había encontrado su mejor apoyo; éstas fueron engrosando las filas de los partidarios del nuevo pretendiente al trono, Muley al-Háfiz, su hermano menor, quien, el 5 de enero del año 1908, fue proclamado sultán en una maniobra en la que participó Francia. Aunque Abdelaziz intentó sostener sus derechos al trono con las armas, en agosto del mismo año fue derrotado definitivamente por las fuerzas de su hermano y renunció públicamente al trono.
Después de pasar algún tiempo en Casablanca, Abdelaziz se trasladó a Europa y vivió en varios países, siempre sostenido por el gobierno francés. De regreso a Marruecos, Abdelaziz obtuvo permiso para instalarse definitivamente en Tánger, alejado de toda actividad política y dedicado a labores de beneficencia, con las que se ganó, ahora sí, el respeto y el cariño de todo el pueblo marroquí. Tras su muerte, su cadáver fue trasladado a Fez y se le rindieron honores de jefe de Estado.

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